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Enamorarse, el delicioso cóctel de sustancias químicas

Fisiológicamente el enamoramiento está mediado por una serie de elementos que actúan a nivel cerebral-glandular, y motivan la atracción hacia ciertas personas

Fisiológicamente el enamoramiento está mediado por una serie de elementos que actúan a nivel cerebral-glandular, y motivan la atracción hacia ciertas personas

¿Has sentido alguna vez mariposas en el estómago? Esa contracción en el abdomen cuando te cruzas con la persona que te gusta, los nervios, la mezcla de euforia y ansiedad al verle… es la evidencia universal del enamoramiento, una experiencia que transforma tu estado emocional —también físico— y que al ser correspondido trae al individuo una sensación de bienestar. De estar feliz.
Pero… ¿por qué nos enamoramos?
“Cuando se habla de amor y de enamoramiento no hay un consenso universal. La realidad es que implica emociones y sensaciones que son totalmente subjetivas. Cambian en cada individuo y cambian según las culturas. […] Amar es diferente en el occidente que en el oriente”, señala la sexóloga Laura Flores González, investigadora del Departamento de Salud Pública del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara.
Sin embargo, muchos teóricos coinciden que hay dos etapas relacionadas a la búsqueda de pareja y a la permanencia con ésta. La primera es el enamoramiento. Y la segunda el amor, puntualiza.
Fisiológicamente el enamoramiento está mediado por una serie de sustancias que actúan a nivel cerebral, y que tienen efecto en todo el organismo: los neurotransmisores —responsables de impulsos eléctricos cerebrales— y las hormonas, producidas por las glándulas, tienen efectos en todo el cuerpo. Ambos, neurotransmisores y hormonas entran en juego y hacen que nos atraigan ciertas personas, explica.
De acuerdo con la entrevistada, en la etapa de enamoramiento se desencadena la producción de neurotransmisores como la fenil-etil-amina (FEA) —un derivado de los opiáceos, por lo que su efecto puede compararse al de una droga estimulante—, y de nor-adrenalina. Estas sustancias son las verdaderas responsables del estado de euforia y ansiedad, de felicidad, la pérdida de apetito y de sueño y hasta esa sensación de mariposas en el estómago.
Durante la fase de enamoramiento las parejas desean estar juntas, piensan “todo el día” en el otro y pueden tener un mayor número de relaciones sexuales o pasar la noche conversando sin sentir cansancio… pero también propicia una memoria selectiva, es decir, sólo se hace énfasis en lo bueno y se minimizan los aspectos negativos de la persona de la cual se está enamorado.
Cuestión de olfato
Otro elemento activo en el enamoramiento son las llamadas feromonas, sustancias secretadas por los seres vivos. Los corpúsculos nerviosos de la nariz detectan la composición química de los olores segregados. “Esos olores no son conscientes, pero tienen que ver con que alguien me atraiga o que no me agrade en absoluto”.
Las feromonas cambian la atención que se tiene hacia una simple amistad y se dan privilegios a la persona que atrae en especial: se mira, se habla, se comporta de manera distinta.
Eso de enamorarse en tan sutil como complejo. Además del cóctel químico, el enamoramiento también está mediado por un “mapa del amor”, que el sexólogo John Money describió en los años setenta. Es un modelo que está inscrito en nuestro cerebro y se forma a partir de las primeras experiencias primeras que vamos teniendo con lo que este investigador refiere como el “amor genuino”, o el amor hacia los padres.
“Entonces las características que cada quien interpreta de su padre y de su madre nos van a llevar a que nos gusten determinadas personas, […] empezamos a crear nuestro modelo de persona ideal”, explica Flores. Este mapa del amor también es inconsciente.
La atracción hacia el aspecto físico sí tiene que ver con un gusto personal, que en la mayoría de las personas se desarrolla desde la infancia “por las impresiones cuando estamos en un contexto agradable o donde tenemos los primeros contactos o experiencias agradables”.
Amor, amor
La sexóloga apunta que el enamoramiento es finito. En promedio no pasa de los dos años (razón que motiva a los padres sabios a solicitar a los enamorados que no se casen antes de cumplir este lapso, cuando se ha conocido ya a la pareja y el juicio no está obnubilado por tantos químicos).
Una vez que concluye esta fase, no se vuelve a vivir la etapa de enamoramiento desde el punto de vista fisiológico (producción de FEA). No con la misma persona.
Frente a tan fatal sentencia, Laura Flores explica que la relación evoluciona y es posible determinar con pleno conocimiento la permanencia con una persona. “A esta etapa le llaman amor: se desarrollan vínculos de apego afectivo, metas en común, deseos de compartir un proyecto de vida”. Subraya que los sistemas de apego son muy variados y también se aprenden del modelo familiar.
Al cerebro también le gusta esta etapa, en la que segregará dopamina, cuyo efecto produce satisfacción. De ahí el estado de confort que pueden disfrutar las parejas capaces de desarrollar estrategias sanas para la resolución de sus conflictos. “Esto no lo determina el número de años juntos, hay parejas infelices unidas varias décadas… se refiere a quienes tienen la habilidad —o la aprenden— para no herirse y poder responder a los problemas de la vida en común”, dice. Eso es al fin el amor, aunque no se sientan mariposas.
 
Texto: Maricarmen Rello/Milenio Jalisco