A diferencia de la pintura religiosa o mística (la que glosa la pasión de Cristo, por ejemplo) o de los grabados de Posada (la burla de la muerte como emblema) o de Bacon (la violencia y la muerte como deformación de cuerpos que sabemos vivos) Martha Pacheco elige mostrar los cuerpos en su certeza íntima de cadáveres. Por ello, estos dibujos, más que constituirse en una reflexión sobre la Muerte nos remiten a una reflexión sobre los muertos.

La perspectiva que Martha Pacheco nos propone es una de las formas de ver la muerte que más tendemos a censurar. Aceptamos la idea de la muerte pero no la queremos aceptar así: en su evidencia última, en su desnudez cruda, violenta y despojada. Precisamente, la palabra clave que describe esta perspectiva es despojo. (Despojo: acción de despojar. Todo cuanto el vencedor quita al enemigo. Vientre, entrañas, cabeza y patas, de las reses en el matadero. Alones, patas, pescuezo y molleja de un ave muerta. Fig. Lo que se ha perdido por el tiempo y la muerte. Materiales de una casa derribada. Restos mortales, cadáver).

Su figuración es despojada en la doble acepción del término: despojo como excrecencia y ruina del cuerpo, y despojo como acentuación de su desnudez formal, de la búsqueda de la esencialidad de ese estado, de la privación de los atributos no accesorios, del abandono último de las vestiduras y el maquillaje. Esto se observa, por ejemplo, en la carencia intencional de elementos compositivos: Da la impresión de que en muchas ocasiones la pintora elige una foto mala y conserva el encuadre original como para afirmar sintácticamente el hecho repentino e inopinado de la muerte que corta, taja, divide, fragmenta, sin posibilidad alguna de recusación.

Sobre todo, esta condición objetual obliga también a despojar a los dibujos de cualquier contenido emocional, que mueva ora a la la compasión, ora al dolor, ora a la sublimación o al delirio barroco tan presentes en el arte religioso o funerario. Al contrario de Witkin (con sus composiciones exquisitas, de temas cruentos deliciosamente compuestos y dispuestos a la mirada) o de la representación de la deformación quirúrgica de los cuerpos presente en las fotografías de Ana Casas (que finalmente no pueden desligarse de un sentimiento entrañable), la figuración de Martha Pacheco una actitud rigurosa de desligamiento incluso de cualquier intención metafórica (aunque, finalmente, pretender mostrar la verdad desnuda de la muerte no deja de constituir una suerte de metáfora) o de cualquier pretensión crítica, moralizante o religiosa. (Aquí es importante anotar que los dibujos están exentos de cualquier idea de trascendencia en el sentido místico o religioso --lo cual, por otra parte, los vuelve sospechosos de huir o abjurar de él).

 

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