Ya en Los perros, una serie de dibujos anterior a Los exiliados del Imperio de la Razón y a Los muertos, se podía notar esa inquietud obsesiva por la muerte. En un principio, las figuras caninas asumían esa actitud áspera y desencantada que anunciaba la crudeza y el rigor presente en los dibujos de esta exposición. En Los exiliados... la locura adquiere una condición sinónima de la muerte. Afirma la pintora: "Un ser enloquecido está en cierta forma muerto porque no participa de lo que nosotros consideramos como vida: la comunicación, el amor, el placer, el trabajo. De cierto modo es un objeto, su cuerpo no existe aunque se mueva. Está sumido en el silencio aunque hable, porque dice cosas que nadie comprende. Los muertos no hablan y los locos tampoco lo hacen porque nadie entiende lo que dicen". La muerte y el silencio como estados ecuménicos, que alcanzan a todos sin distingos, como en los tiempos seculares, convocatoria universal dirigida a toda tierra habitada. Posteriormente, su figuración atravesó por una fase intermedia que comenzó con el dibujo de personajes vivos como si estuvieran muertos hasta arribar, como en el caso que nos ocupa, a la descripción de los muertos como tales, representados con una contundente y elaborada minuciosidad, con mínimas alteraciones, en una transcripción casi literal de la foto al dibujo, como en un intento por recalcar su identidad última.

 

Y aunque la muerte aparece en su obra como un tema recurrente, es en esta exposición donde esa idea fija alcanza su más alta depuración, aquélla que la representa como un hecho definitivo, incontrovertible, riguroso, sí, pero además crudo, desidelizado, no sujeto a ningún tipo de sublimación o de valoración crítica y, sobre todo, en su condición, no de relación, sino de objeto

En efecto, en los dibujos subyace la idea de que un muerto es un objeto, una entidad que entre más se descompone, más asume su condición de cosa y más hace patente su realidad objetual. La vitalidad, el movimiento, la respiración, la mirada, el gozo, el sufrimiento, terminan, se vuelven carne para gusanos y, aunque haya formas de vida (porque las hay) en el interior de un cadáver, éste no puede dejar de ser un ente inanimado. El proceso de la vida termina en la muerte y los muertos se degradan a su calidad última de objetos. Quizá por ello la intención de representarlos en posición horizontal y de dibujarlos como si el observador estuviera frente a una vitrina. 

 

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