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La vacuna contra COVID-19: una carrera contra reloj

Colaboración de la M. en C. Gabriela Athziri Sánchez Zuno, quien impartió esta conferencia en el marco del XXXI Semana de Investigación Científica

El brote y la rápida propagación del SARS-CoV-2, causante del COVID-19, son una amenaza para la salud con consecuencias sin precedentes en todo el mundo. Uno de los principales motivos por el cual el COVID-19 ha afectado de manera colosal a la sociedad es la falta de preparación para enfrentarlo debido a su rápida e inesperada propagación, motivo por el cual los esfuerzos para encontrar un agente que reduzca el riesgo de infección, así como síntomas y progresión se han sumado.

 

En días recientes fueron publicados los resultados preliminares de los ensayos clínicos de fase 3 de las vacunas que se encuentran más avanzadas en el proceso de desarrollo: mRNA 1273 (Moderna), BNT162b1 (Pfizer/BioNTech) y AZD1222 (Oxford/AstraZeneca).

 

Aunque alentadores, estos resultados despiertan inquietudes: ¿Puede ser segura una vacuna desarrollada en una fracción del tiempo que usualmente tomaría este proceso? ¿Serán capaces de evitar por completo contraer la enfermedad? ¿Cuánto durará esta protección? ¿Cuándo llegará esta vacuna a nuestro país?

 

Muchas de estas preguntas aún no tienen respuesta, sin embargo, científicos, agencias gubernamentales y compañías farmacéuticas en todo el mundo se encuentran trabajando en conjunto para lograr el desarrollo y la distribución equitativa de una vacuna eficaz y segura contra el virus causante del COVID-19.

 

¿Cómo funcionan las vacunas?

 

Una vacuna debe ser capaz de evitar una infección causada por el virus al que está dirigida. A pesar de que existen diversas tecnologías para su desarrollo (también denominadas plataformas), el objetivo es siempre el mismo: generar una respuesta de memoria por parte del sistema inmunológico que será eficiente en encuentros posteriores con este virus.

 

Dependiendo la plataforma, esto se logra “presentando” segmentos proteicos de la estructura del virus (como la proteína S, necesaria para su entrada a las células) ya sea directamente, a través de secuencias genéticas que darán señales a nuestras células para que produzcan estas proteínas, por medio de vectores virales o al inocular el propio virus inactivo o atenuado (que ya no es capaz de producir una infección). Una vez que este segmento o partícula sea reconocida por células del sistema inmune del individuo, este será capaz de montar una respuesta, la cual permanecerá y brindará protección hacia una infección posterior con este virus.

 

Además de su capacidad de inducir una respuesta, una vacuna debe demostrar también ser segura a corto y largo plazo, motivo por el cual estas son sometidas a un estricto proceso en el que se evalúa su inmunogenicidad, seguridad y eficacia en grupos de personas con diversas características.

 

Este proceso consta de una fase preclínica y 3 fases clínicas. Una vez que la vacuna demuestra cumplir con las características antes mencionadas, esta es sometida a evaluación por la FDA para ser distribuida en una población.

 

De manera convencional, este proceso toma entre 15 y 20 años, pero en esta época sin precedentes, ese periodo de tiempo ha logrado reducirse a una fracción al combinar estas fases de desarrollo y agilizar los procesos de regulación.

 

Con respecto a cuál es el estado actual de las vacunas contra COVID-19 que se encuentran en desarrollo, en días pasados fueron publicados resultados preliminares de la fase 3 de las vacunas desarrolladas por Moderna, Pfizer/BioNTech y Oxford/AstraZeneca, donde se anunció que todas presentaban una eficacia ≥ 90%.

 

La vacuna de Pfizer/BioNTech fue la primera en reportar que los resultados preliminares de los experimentos de fase 3 con 43,000 voluntarios indicaban que esta era un 95% eficaz. Por su parte, Moderna anunció casi de manera inmediata que sus resultados en 30,000 voluntarios mostraban que esta vacuna era 94.5% eficaz. Ambas vacunas utilizan la misma plataforma de ácidos nucleicos (mRNA) y de ser aprobadas, serían las primeras en el mercado con esta tecnología. Con respecto a cuántas dosis serán requeridas, ambas reportan que es necesaria, al menos, una dosis de refuerzo y en el caso de la vacuna de Pfizer/BioNTech requiere ser almacenada a temperatura -70ºC, mientras que la vacuna de Moderna mostró ser estable hasta por 6 meses a -20ºC.

 

En el caso de la Universidad de Oxford y AstraZeneca, sus cifras iniciales anunciaban un 90% de eficacia en ensayos en más de 20,000 voluntarios. Sin embargo, estas cifras fueron puestas en duda debido a que se declaró después que ese porcentaje correspondía solo a lo observado en un subgrupo del total de los voluntarios que había recibido una dosis inicial menor que el resto. Esta vacuna utiliza la plataforma de vector viral (adenovirus de chimpancé modificado) y al igual que las anteriores, mostró los mejores resultados con dos dosis. A diferencia de las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna, esta vacuna es estable por periodos más largos de tiempo a temperatura fría y fue la que reportó los menores costos de manufactura.

 

Establecer cuál de las opciones antes mencionadas es la mejor resulta complejo, debido a que las diversas plataformas utilizadas para su desarrollo ofrecen distintas fortalezas y pueden ser relevantes en distintos contextos epidemiológicos. Es importante tomar en cuenta además que, al menos inicialmente, una sola vacuna no será capaz de cubrir la demanda por lo cual los países deberán seleccionar más de una opción para inmunizar a la población.

 

¿Puede una vacuna desarrollada en un periodo tan corto de tiempo ser segura?

 

Posibles efectos adversos a corto y largo plazo ocasionados por estas vacunas serían identificados en los ensayos de fase clínica que ya fueron realizados en los que se incluyó a miles de personas con el objetivo de evaluar la incidencia de la infección en los grupos vacunados frente a los no vacunados y los resultados de la infección. Sin embargo, debido a las modificaciones de este proceso, es aún prematuro concluir que esta aceleración en el desarrollo no tuvo efectos sobre su seguridad.

 

Por otro lado, es importante considerar que los avances en el proceso de desarrollo se deben en gran parte a que los procesos de regulación y aprobación están siendo agilizados y al hecho de que un gran número de científicos e investigadores están trabajando para lograr una producción eficaz de esta misma. Los mismos encargados de su desarrollo han reportado que los procesos y la aceleración de su producción no significan que el producto final sea menos seguro.

 

¿Cuándo llegará una vacuna a nuestro país?

 

No hay una fecha establecida, sin embargo, México forma parte del acuerdo COVAX Facility (liderado por la OMS, GAVI y CEPI). COVAX es la estrategia de acceso global a vacunas que forma parte del programa Acelerador de Acceso a Herramientas COVID-19 (ACTA). De acuerdo con reportes oficiales, este mecanismo le garantiza a México la adquisición de las dosis suficientes para inmunizar hasta al 20% de su población, con lo cual se establece que una vez que una vacuna dentro del catálogo COVAX sea aprobada para distribución masiva, el país tendría acceso a un total de 51,573,200 dosis que cubren este porcentaje de su población en un régimen de dos dosis.

 

¿Qué falta por hacer?

 

Las vacunas continúan siendo una de las herramientas biomédicas de mayor éxito para la prevención de enfermedades y la progresión para su desarrollo, en esta época sin precedentes, ha sido excepcional.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer; es necesario establecer con claridad a qué regiones y estratos de la población en específico serán administradas en primera instancia. Por otra parte, es importante también que una vez que una vacuna sea aprobada, las instituciones gubernamentales y de salud pública deberán trabajar de forma ordenada para llevar a cabo de manera fluida su distribución. Además, debido al periodo tan corto de tiempo en que estas vacunas fueron desarrolladas, existe una obligación crítica de Salud Pública de realizar una evaluación rigurosa para garantizar la seguridad y la eficacia, así como de establecer de manera puntual cuánto dura la protección conferida por estas mismas.

 

Mientras estas incógnitas sean resueltas, el distanciamiento social, el aislamiento y el equipo de protección personal siguen siendo la mejor defensa contra la infección. Para ver la ponencia completa hacer clic aquí:https://sites.google.com/academicos.udg.mx/semanainvestigacion/ponencia-...

 

 

 

Referencias:

 

A t e n t a m e n t e

“Piensa y Trabaja”

“Año de la Transición Energética en la Universidad de Guadalajara”

Guadalajara, Jal., a 1 de Diciembre de 2020

 

Colaboración: M. en C. Gabriela Athziri Sánchez Zuno

Alumna del Doctorado en Ciencias Biomédicas, Orientación en Inmunología

Instituto de Investigación en Ciencias Biomédicas

 

Fotografía: Cortesía